La celebración dio mucho de sí, analíticamente hablando. Destacan las asistencias y las ausencias; los discursos y los silencios; los aplausos y los pitidos; y destacó la grandiosidad cultural y religiosa del Templo, como una muestra de la Cultura de la ciudad. Un concejal gubernamental nos dijo que se alegraba porque La Magdalena era la iglesia del pueblo. Ni más ni menos.
Pero como todo se mueve en clave electoral desde hace meses, también la apertura de la Catedral se puede observar desde este prisma. Veamos.
Las asistencias y las ausencias
Hay que destacar tanto a unas como a otras. De Izquierda Unida, socio de gobierno, no acudió nadie. Suponemos que su ausencia se debe al perfil laico de sus integrantes, pero se equivocan, porque la Catedral y el acto en sí traspasaba lo meramente religioso para transformarse en un evento político y social de primer orden, en la que el Gobierno local debería haber estado en pleno. Sus ideas son propias y respetables, pero el sueldo que cobran es de todos los getafenses, de todos, incluyendo el 70% de católicos, quienes merecen un respeto. Es uno de los peajes a pagar por vivir del Pueblo.
En cuanto a las asistencias, sorprendió observar a un buen número de integrantes del gobierno socialista, muchos más que en la última gran cita religiosa, la ordenación del Obispo Auxiliar, cuando dejaron al Conde Castro solito, solito (claro que aquel día, en aquella hora, jugaba el Getafe en casa, y las prioridades son las prioridades)
Pero no fue por eso, sino porque las elecciones están cerca y la cita con la ciudad no podía pasarse por alto, máxime cuando Esperanza Aguirre movilizó a varios consejeros y amenazaba con darse un baño de multitudes, como así fue.
Pero como nosotros siempre nos ceñimos a la realidad, charlando amistosamente con algunos destacados concejales socialistas de los auténticamente izquierdistas, nos confesaron que era una auténtica alegría la apertura de la Catedral como la iglesia del pueblo, que había quedado preciosa, más luminosa y estética y que se alegraban porque era muy importante para la ciudad. Es decir, que pese a la consigna laicista de Zapatero, muchos socialistas no tienen empaque de reconocer lo que piensan y siente; y esto les honra; a algunos, ellos saben quienes.
La seguridad y la Quedada.
Pudimos observar un enorme despliegue de seguridad, de policías en la calle. Un dispositivo que no se corresponde con otros actos similares. Es cierto que venía la Presidenta de la Comunidad, varios consejeros y otras personalidades de la Comarca, así como varios Obispos encabezados por el Nuncio y el Cardenal Rouco. Pero en otros actos similares, como la Ordenación de los Obispos Joaquín o Rafael, con prácticamente las mismas presencias e incluso un número sensiblemente mayor de prelados, la seguridad fue destacadamente inferior.
¿Por qué D. David preparó este dispositivo, a todas luces excesivo? La respuesta deberíamos buscarla en la Quedada que a través de la Blogosfera se había hecho desde vecinos afectados por los retrasos en el Bercial, para expresar al Conde Castro su malestar. No era un temor a tumultos como los de Alcorcón, porque las cosas no caminan por ahí, sino el miedo a ser increpado en la calle, el miedo a tener que dar explicaciones para las que no hay fácil respuesta, el miedo a enfrentarse al Pueblo a pocos meses de la cita electoral.
Al final no hubo Quedada y tan sólo una atronadora pitada contra el alcalde Castro cuando el Obispo recordó que las obras de la Catedral habían sido pagadas exclusivamente por la Comunidad de Madrid, agradeciendo a la presidenta, presente, el hecho.
Los discursos
Hubo dos, porque aunque se habían prometido declaraciones de la presidenta, del alcalde y del obispo, al final dejaron colgados a los Medios de comunicación y no se realizó ninguna. Y esto no está bien, no se puede ni debe aprovechar de los Medios para dar publicidad de un asunto y después no cumplir con ellos.
El primer discurso fue del arquitecto director de las obras, quien entregó oficialmente las mismas al obispo. A destacar, además de un repaso a la historia del templo y a los pormenores de los trabajos realizados, desde la arqueología a la restauración, el agradecimiento a la Comunidad de Madrid por creer en el proyecto, asumirlo como suyo y correr con la importante cuantía de los gastos.
El segundo discurso fue el del obispo Joaquín, quien abordó la importancia del templo para la diócesis, la implicación de su prelatura con la Comarca y la ciudad, y, por supuesto, el agradecimiento sincero a Esperanza Aguirre por su apoyo y dinero (bueno, el de los madrileños)
Dos discursos y dos bofetadas dialécticas al Conde Castro por su negativa a poner un euro en las obras. Dos golpes de efecto que fueron perfectamente entendidos por el Pueblo que se congregaba en el templo y a sus puertas, viéndolo todo en pantalla gigante (colocada por la Comunidad) Dos alusiones indirectas pero claras, con el propio aludido presente, para hacerle entender que, si la Catedral es importante para la ciudad, como alardea la alcaldía constantemente, debía haberse implicado en el coste de las obras.
Dos llamadas de atención que el Pueblo entendió, y que tendrá en cuenta en mayo, seguro.
Las salidas
También las debemos analizar. Las dos principales autoridades: presidenta y alcalde, suelen marcharse de los sitios en cuanto termina lo gordo del evento. Esperanza Aguirre lo hizo primero y se permitió un dilatado baño de multitudes entre las cientos de personas que llenaban la plaza, lo que hizo que su escolta se empleara a fondo. Gritos, vítores, abrazos, besos, comentarios positivos (y alguno negativo) y muchas fotos compartidas. Alguien nos ha dicho "estaba entre su gente". Puede ser. La presidenta comulgó y se mostró más respetuosa con la celebración que en otras ocasiones (no así algún consejero de peinado pijo, que atendía más a su teléfono que al Cardenal) Y es que las elecciones, ya decimos, están cerca, y Madrid tiene un 74% de católicos confesos que irán a las urnas. ¿Lo entienden?
Mientras tanto, extrañamente, el alcalde retrasó su salida hasta el final del acto. No es habitual, y podemos buscar la causa en el intento de evitar el encontronazo con la gente en la calle, los mismos que habían vitoreado a Dña. Esperanza, podían pitar al alcalde Castro. Puede ser así; pero eso queda para el curioso lector.
El acto en sí.
Bonito evento, litúrgicamente bastante bien hecho aún con errores (D. Jesús, que no te hacen caso) y solemnidad que merecía el acto; aunque muchos curas se largaron en cuanto que pudieron. Nos llamó la atención el enorme número de invitados y el poco Pueblo presente, sobre todo porque el frío en el exterior fue importante y muchos ancian@s tuvieron que soportarlo estoicamente.
El cardenal Rouco en su línea, presidió una eucaristía correcta y sencilla, pero con la grandiosidad del momento. Acompañó a las liturgias una coral fantástica, una orquesta de igual nivel, un coro de niños adorable y el sonido mágico de un órgano (no el propio de la Catedral, que aún no está en marcha)
Caras conocidas del tejido asociativo getafense, algunos por el hay que estar. Y sobre todo, la faz alegre de dos personas: el obispo Joaquín, porque al final puede ocupar su cátedra y la del párroco Luis Senovilla, adorable presbítero, que ya puede ocupar su templo, mientras le dejen; que esa es otra. Pero aquí, con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho.
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