El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón tiene un sólo problema: creerse que está por encima de todo y de todos. Desde luego, la humildad no es su fuerte.
Gallardón no fue mal presidente autonómico, aunque llegó a creer que Madrid, la región, era un país, y él su responsable. Actuaba como si de su propio reino se tratara y no le importaba negociar con cualquiera, a costa de sus propios compañeros y partido, con tal de seguir "siendo el rey" como dice la canción.
Ahora es alcalde de Madrid, la ciudad, y de nuevo se cree el jefe de gobierno de un país. Es más, ahora considera que lo único importante y válido es la metrópoli, siendo la Comunidad, algo colateral. Su teniente de alcalde no es tal, sino Vicealcalde, como es Vicepresidente el sustituto del Presidente (de un gobierno) Él se ha inventado una pseudo-policía local, sólo para el tránsito rodado, para la cual hubo que cambiarse la Ley, el Congreso, nada menos. Y lo hizo, porque para el PSOE; todo lo que huele a Gallardón es fragancia sublime, porque estará en contra del rival.
Madrid es una ciudad difícil, pero el "faraón" ha conseguido convertirla en un infierno. No es el Madrid de siempre, el mío, donde nací yo y mis padres, y mis abuelos, sino un engendro salido del turbio cerebro de este político sin ética ni moral, que sólo busca su engrandecimiento personal, a costa de todos. Que se lo digan a su jefa, Esperanza Aguirre.
Pero lo peor ha sido su jugada con la fe que dice profesar: la católica. Cuando Juan Pablo II visitó España, Gallardón se arrodilló ante el Sumo Pontífice y le beso el anillo; tal y como hacen los auténticos creyentes católicos que reconocen en el Papa de Roma al Vicario de Cristo.
Gallardón será católico, pero va a casar a dos homosexuales. Y esto no es compatible. No estoy juzgando ni valorando el matrimonio gay, no soy quien, pero la doctrina católica, el Magisterio de la Iglesia a la que pertenece el alcalde madrileño, prohibe este tipo de matrimonios. Sin embargo, Gallardón lo va a hacer.
El propio Arzobispo de Madrid, su obispo, se lo ha recordado. De nada servirá. La lucha por el voto gay es más importante para este político ambicioso que cualquier dogma moral.
Habría que recordarle a este sujeto, el mismo que hace lo que le viene en gana con la ciudad, y encima se jacta de que todos los madrileños le apoyan y alaban sus gustos, que se llega a alcalde con el voto de los ciudadanos, sólo así, y que es una responsabilidad de gestión administrativa. Nada más.
La fe es otra cosa, las creencias morales y religiosas están muy por encima de la lucha partidista y de las batallas electorales. Con este acto: casar a dos hombres, Gallardón creerá ser un poco más héroe, un poco más presidente de su "país" imaginario; un poco más Hombre de Estado. Pero, en realidad, habrá traicionado a su Fe, a su Iglesia y a los miles de cristianos que le votaron.
Para ellos va este mensaje. Lo ha dicho el Papa, lo repiten los obispos de todo el mundo: no se puede votar a un político que atenta contra la doctrina y el magisterio católico; no es honrado ni ético cristianamente hablando.
Y no sólo católicamente, sino que todas las grandes religiones/iglesias opinan igual. Por lo tanto, cuando en mayo de 2007 acudamos a las urnas, debemos valorar, además de las promesas-mentiras electorales, los actos de aquellos que quieren representarnos.
Madrid tiene a una mayoría de católicos, que deberán votar en conciencia.
No se trata de excomulgar a nadie, allá cada cual con su conciencia, sino de negarles el voto a todos aquellos que se dicen católicos o cristianos y no cumplen con su Fe.
Así de sencillo. La excomunión para un político como Gallardón sólo le traería rédito electoral. Negándole el voto podemos negarle su continuidad en el sillón consistorial. Así de sencillo.
Aún puede rectificar. Que haga lo que quiera. Los votantes se lo demandarán dentro de pocos meses.
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