El IVA es, sin duda, el impuesto más injusto, porque pagan lo mismo los ricos que los pobres. No es igualitario y, sin embargo, supone una fuente de ingresos para las arcas públicas, pero controladas por la casta política (o sea, del pueblo pero no para el pueblo) enorme, por eso, a su egoísta criterio, lo suben o bajan cuando quieren; mejor dicho, cuando la Banca lo ordena.
El CINE lleva tiempo protestando por el IVA del 21% en el cine. Desde luego, a los amantes del séptimo arte como un servidor, este impuesto impide que podamos disfrutar más de este hermoso entretenimiento. Pero también es cierto que no todo el problema es el IVA. Yo puedo ver la misma película, en una butaca muy parecida, y con una comodidad casi igual por 5 euros en Cádiz y por 9 euros en Madrid. Y el IVA es el mismo... Pensemos un poquito.
La gala de los Goya, un espectáculo para las estrellas del cine, más que para el común de los mortales, ha vuelto a protestar por el IVA. Tienen razón. Pero también les diría que, como empresas, los productores, no busquen el dinero público, ya que la mayoría de las pelis españolas las pagamos todos: televisiones públicas, organismos públicos... Como negocio que se jueguen sus cuartos y, si sale bien como Ocho apellidos vascos (fantástica) o la isla mínima (genial) pues recuperan. Y si sale mal, pues pierden la inversión.
El 21 % de IVA se paga hoy en casi todo: luz, gas, alimentación, medicinas, libros... La solución es bajarlo al mínimo y fomentar el consumo.
Si el ministro Wert (o sea, D. Mariano el embustero) bajara el IVA al cine y no al resto de los productos de consumo, sería injusto e incluso cruel; y se habría dejado llevar por el poder mediático de las estrellas del cine.
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