El nombramiento del obispo valenciano (el sacramento es de episcopado no de arzobispado) tiene muchas lecturas, religiosas y políticas. Por un lado, la victoria de Cañizares sobre Rouco, ya que el elegido para Ministro vaticano ha sido el arzobispo de Toledo, dejando como cabeza visible de la Iglesia española al gallego, arzobispo de Madrid. Así mismo, es un pago justo por la labor callada, soterrada, que Cañizares ha realizado en la Iglesia actual, poniendo los puntos sobre las ies en cuanto a por dónde y cómo debe caminar la Iglesia, quienes deben ser los compañeros de viaje, y cómo debe comportarse la Iglesia ante los otros Poderes sociales; principalmente los gobiernos laicistas preponderantes de hoy día en la siempre Europa cristiana (mal que les pese a algunos)
Antonio Cañizares es un obispo joven, 63 años, de un perfil muy parecido al Papa Benito, ambos son docentes por encima de todo, y con una marca muy especial (Cañizares) en cuanto a su especialidad catequética: precisamente la parte más olvidada y débil de la Iglesia romana actual. Su amistad manifiesta con el sucesor de Pedro le ha puesto siempre en las quinielas como futuro ministro vaticano; hasta que el nombramiento ha llegado.
Pero aunque para la mayoría este Dicasterio parece algo sin demasiada importancia, la cosa es muy diferente. Para Benito XVI, el Culto divino y los Sacramentos son la partícula eclesial más importante (de hecho lo es, porque se refiere precisamente al único mandato del Maestro de Galilea: predicar mi evangelio y cumplir los Sacramentos; todos ellos instituidos por Él) Por eso, al frente de este esencial dicasterio a decidido colocar a un hombre de su máxima confianza (ambos coincidieron trabajando juntos en el Santo Oficio) ya que desde esta atalaya, Benito XVI podría lanzar los cambios necesarios, imprescindibles, para la supervivencia humana (la espiritual está asegurada por el propio Cristo Jesús y su Espíritu de Luz) de la Iglesia.
Muchos pensamos, en contra de la generalidad de opiniones con respecto al obispo Ratzinger, que éste ha sido elegido por el Espíritu para acometer la transformación de la Iglesia de cara a la Era Espiritual en la que nos estamos sumiendo; incluyendo el final del patriarcado y la bienvenida (por fin) del matriarcado de Gaia.
Por eso, colocando al profesor Cañizares al frente del Dicasterio para el Culto Divino y los Sacramentos, podrá esbozar y diseñar los cambios en cuanto a reunificación de la liturgia, demasiado castigada por la división, debido a las nuevas sensibilidades eclesiales (kikos, legionarios, opus, etc.) que no hacen sino debilitar la única arma humana que ha mantenido en pie a la Iglesia Católica: su unidad en torno al trono de san Pedro. También podrá el arzobispo toledano (que dejará el cargo en breve) armonizar la práctica sacramental con el día actual y la globalidad planetaria; incluyendo los necesarios encuentros ecuménicos con nuestros hermanos cristianos no católicos.
Pero la parte más delicada y sin embargo más importante, es que Antonio Cañizares tendrá que diseñar la estructura del nuevo clero católico; concretamente, la fórmula para que la mujer acceda a él. Será lento, pero es claro y patente que Roma tendrá que abrir la puerta de los seminarios a las féminas, empezando con el Orden diaconal; principalmente a través del Diaconado Permanente; asegurándose, de momento, cerrar el acceso al Presbiterado; de momento.
Benito XVI sabe, como Antonio Cañizares, que el futuro de la Iglesia está en la incorporación de la mujer al clero. Y hay bases sólidas para admitirlo, pese a la disposición (no dogma) de Juan Pablo II en cuanto a que es Tradición de la Iglesia que sólo los hombres eran llamados al clero por Cristo. Pero el Papa más inteligente de la historia (a excepción de Ratzinger, que no le va a la zaga) se cuidó mucho al elegir los términos de su decreto. Juan Pablo II defendió que Cristo Jesús eligió a 12 hombres para ser sus apóstoles; sólo hombres, por lo que la tradición y la Tradición defienden que sólo los varones pueden ordenarse. Pero la verdad es que esta particularidad, que aparece claramente reflejada en el Evangelio, se refiere a los obispos, ya que éstos son los legítimos sucesores de los apóstoles. Los primeros seguidores y herederos del poder de Jesús, eligieron, primero, a diáconos, después a presbíteros como delegados de los obispos. Por lo que ni Cristo, ni el Evangelio, ni la Tradición dice que deban ser sólo varones los diáconos; ni siquiera dice esto en cuanto a presbíteros. Por ello, el camino está abierto, con una puerta muy angosta, muy pequeña, casi a oscuras... Pero real; existente.
Además, la historia nos aclara y afirma que en los primeros tiempos de la Iglesia, existieron diaconisas, presbíteras e incluso Epíscopas; por lo que a la nimia puerta femenina se le añade un pequeñísimo ventanuco que aporta un poquito más de luz.
Esta será, sin duda, una de las misiones principales del nuevo Prefecto romano. El tiempo nos dirá si la toma más como docente que como cura.
Desde luego, su nombramiento es un acierto pleno desde el prisma vaticano.
Felicidades.
1 comentario:
Es un manera de verlo, si quieres verlos de otra manera, no religiosa ni cientifica, sino puramente filosofa el tema eterno entre ciencia y religion y otros temas parecidos, mira aqui. http://laideaderomperideas.blogspot.com/
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